1. Escuchad: el mes pasado, cuando me contaron la muerte de mi cuñado, subí a lo alto del monte Sarón; vi nuestro pueblo aplastado bajo el sol y medité en mi corazón. Pensé: nunca he salido de mi terruño y sin embargo conozco el mundo, porque allí donde se encuentra un hombre, el mundo entero se agolpa a su alrededor. Mi brazo es todavía vigoroso, pero soy sabio como un anciano. Ahora es el momento de dejar hablar a mi sabiduría. Con las águilas sobre mi cabeza en el cielo frío, yo miraba nuestro pueblo y la sabiduría me dijo: el mundo no es más que una caída interminable, el mundo no es más que una mota de polvo que no termina nunca de caer. Las personas y las cosas aparecen de repente en un punto de la caída y, apenas aparecidos, son arrastrados por esta caída universal y empiezan también a caer, se atomizan y se deshacen. ¡Oh, compañeros!, mi sabiduría me ha dicho: la vida es una derrota, nadie sale victorioso, todo el mundo resulta vencido; todo ha ocurrido siempre para mal y la mayor locura del mundo es la esperanza! (…) Cuando descendí del monte Sarón mi corazón estaba cerrado como un puño sobre mi dolor: lo apretaba fuerte y duramente, como un ciego aprieta su bastón con su mano. Compañeros míos, cerrados vuestros corazones sobre vuestra pena, apretad fuerte, apretad duro porque la dignidad del hombre está en su desesperanza. (…) ¿Qué? ¿Os lamentáis? ¿Osaríais, entonces, crear vidas jóvenes con vuestra sangre podrida? ¿Queréis refrescar con nuevos hombres la interminable agonía del mundo? ¿Qué destino deseáis para vuestros futuros hijos? ¿Que se queden aquí, como buitres en una jaula, solitarios y desplumados? (Jean Paul Sarx, Barioná, II, 2.)
—¡Y bien! —dijo Morrel pasando de repente de la apariencia de la tranquilidad a la expresión de violencia—, ¡y bien!, aun cuando así fuera, aun cuando volviese contra mí el cañón de una pistola, ¿quién me lo impediría? ¿Quién tendría valor para impedírmelo? Cuando diga: todas mis esperanzas se han concluido, mi corazón está muerto, aborrezco la vida, no hay más que duelos y disgustos alrededor de mí, la tierra se ha convertido en cenizas, una voz humana es cosa que desgarra mi alma. Al decir: es piedad dejarme morir, porque si no perderé la razón, me volveré loco; decidme, cuando diga esto y vean que lo digo con las angustias y lágrimas del corazón, me responderán: no tenéis razón, ¿o me impedirán el dejar de ser desgraciado? Decidme, ¿tendríais valor para ello? (Alexandre Dumas, El conde de Monte-Cristo, lxxvi.)
2. [...] et n'oubliez jamais que jusqu'au jour où Dieu daignera dévoiler l'avenir à l'homme, toute la sagesse humaine sera dans ces deux mots : attendre et espérer. (Ibid, in finem.)
[Y no olvidéis jamás que hasta el día en que Dios se digne a revelar al hombre su destino eterno toda la sabiduría humana vendrá contenida en dos palabras: confiar y esperar.]
5.01.2007
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
9 comentarios:
Wow Kid! Me emocionó leer una vez más el final del Conde de Montecristo, y más pensar sobre esas dos palabras que parecen ser realmente la única actitud sabia-sana en esta vida: Confiad y Esperad
Era eso o la locura.
¡Totalmente!
Hey Gino, porfin pude visitar tu blog. Alguna vez me pasaste un texto tuyo tenía como epígrafe el final del conde de montecristo jajaja.
Y cuando vienes a mex?
Saludos.
Confíemos y Esperemos hasta que la sabiduría sea revelada. Pero recordemos que confiar y esperar no significa indiferencia e indolencia, para ello mejor volemos con alas de locura.
www.elvasoruso.blogspot.com
Pasá cuando quieras... de repente la cosa es así... que patatín que patatán viva la liberté... literatura, otra vez literatura.
Le nui,le mer.
Talita International Glass Press
El Vaso Ruso.
Ya escribe lo tuyo. Eres genio, haz gala de eso Mr. Gino. En fin, creo que es tonto pensar que llegaremos a ser sabios, sin embargo no hay sino que luchar.
Muy adecuado Mr. Gino
¡Postea algo, carajo!
Publicar un comentario