Caminando cabizbajo de la casona en Patron-Minette a la universidad se preguntó cuándo abandonaría ese pueblo. Su Ciudad lo llamaba. Pasó frente a un café internet y empezó a añorar.
2.12.2008
Idilios jacobinos de Vikden Haar
Vikden Haar se levantó esa mañana con un cierto dolor en la espalda y en el ánimo. Desayunó sin ganas una tortilla de patatas pasada en aceite, escuchando la voz chillona de su casera escupir sobre la identidad nacional y proclamar independentismos, poseído siempre de la silenciosa indiferencia del que no comprende la discusión. El esposo, el señor Jondrette, ni le hablaba ya. El señor Jondrette sólo le hablaba a la televisión. Haar recordó de pronto algo gracioso, pero su casera no le hizo caso y decidió mejor callar: además de la casera sólo estaba la señora Necaudia, la vieja abuela, sorda como la sordez.
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8 comentarios:
Y entonces, Haar escribió este post y lo cargó a la red desde su macbook blanco.
Amigo, ojalá puedas leer un cuento de Lydia Davisn que se llama "La visita a Alemania del señor Burdoff".
Bonito post, te cuidas.
Las caseras son tu cruz.
Vikden Haar no soy yo, Juan, evidentemente. Yo vivo en un piso, no en una pensión. Y no añoro.
por alguna extraña razón, nunca entiendo lo que quieres decir.
"y no añoro"
¡Aplausos!
"Raskolnikof se desabrochó el gabán y sacó el hacha del nudo corredizo, pero la mantuvo debajo del abrigo, empuñándola con la mano derecha. En las dos manos sentía una tremenda debilidad y un embotamiento creciente. Temiendo estaba que el hacha se le cayese. De pronto, la cabeza empezó a darle vueltas.
-Pero ¿cómo demonio has atado esto? ¡Vaya un enredo! -exclamó la vieja, volviendo un poco la cabeza hacia Raskolnikof.
No había que perder ni un segundo. Sacó el hacha de debajo del abrigo, la levantó con las dos manos y, sin violencia, con un movimiento casi maquinal, la dejó caer sobre la cabeza de la vieja."
¡Ah, esos felices días de lectura de las aventuras de Raskolnikov...! (Comentadas nada menos que por EGG.)
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