Favores

1. Le pedimos consejo a un amigo. Clásico: "qué recomiendas ver". Nos contesta con toda una ruta (comentada) que, además de llevar tras de sí una historia personal, significa el trabajo de un par de horas.

2. No se trata ya de si la filantropía es una perversión del ágape cristiano (I.I.). Quiero llamar la atención sobre algo mucho más básico: ¿qué pierde un hombre si quita un momento de su tiempo a cualquier ocupación estrictamente solipsista y regala algo, genuinamente?

3. Las voces que se escuchan en México (pero no sólo) son cada vez más estridentes: llenas de calificativos injuriosos y vituperios. Se ha visto en las discusiones de las últimas semanas, y en las político-electorales de siempre. Se parte del desprecio a priori del interlocutor. Se buscan las diferencias de estudios, clase, religión, para convertirlas en mofa. Ayer leía en Twitter a un triste sujeto de una excelente universidad de la Ciudad de México burlándose de un profesor. "¿Qué se siente que un veinteañero como yo te pendejee?" El autor en cuestión se jactaba de su superioridad intelectual (y económica; un tanto vulgar). Evidentemente el profesor no bajó a rebatir idioteces.

4. Confío en una real concordia. En parte porque creo en las teorías de Sana Krasikov. En parte porque creo que la verdad es sinfónica. En parte porque este verano he descubierto lo genuinamente agradables que son algunos diálogos entre los filósofos analíticos. Sobre todo porque creo que la humanidad tiene genuinas esperanzas de futuro, de un futuro verdaderamente argumentativo y convivencial. Decir esto será ingenuo o chabacano, pero me alegra pensarlo en cualquier caso. Me parecen buena cosa, la conmoción con los favores de los amigos y el respeto real dialógico. Y el Giardino Armonico, en la foto.