9.29.2006

Summa lex cadaver spiritus

El nuevo paradigma del juzgador, sin embargo, pronto habría de ser objeto de sospecha y crítica, baste recordar la que hizo Honorato de Balzac a la burocracia judicial de su tiempo.

Este clima social se revela también, con especial fuerza y claridad, en esa obra canónica de la época, Les Misérables, en la que Víctor Hugo, con toda intención, contrapone -como crítica atroz- las figuras de Javert y Jean Valjean, símbolos respectivamente del "hombre-ley" y del "hombre-humano".

El primero, hombre impávido, ejecutor inerte de la ley, en el que parecen concurrir como antaño el ministerio judicial y el misterio sacerdotal; el segundo, prototipo del hombre resentido contra el mundo legal y, por lo mismo, compasivo y misericordioso con los pobres y sufridos, más atento a la realidad que a la norma. Dualidad con la cual el autor parece querer señalar la necesidad de imponer límites al legalismo frío e inhumano.


Salvador Cárdenas Gutiérrez, El juez y su imagen pública. Una historia de la judicatura mexicana, Suprema Corte de Justicia de la Nación, Ciudad de Méjico, 2006

8 comentarios:

Robes dijo...

En tan sólo 3 párrafos, el autor muestra una gran clarividencia y un vasto conocimiento del siglo XIX. Enhorabuena

david-. dijo...

Eso es lo de menos: lo realmente importante es la penetración en el espíritu humano, por encima de la rigidez ideológica.

Salud por eso.

El Justo Medio dijo...

Sí, lo verdaderamente importante es lo humano.
O se puede decir al revés: lo verdaderamente humano es lo importante.

Unknown dijo...

hay un aforismo latino que reza así: "summum jus, summa injuría"

salud

Alejandro dijo...

Es un gran trabajo para afrontar el tema del derecho positivo y el derecho natural.

Alejandro dijo...
Este blog ha sido eliminado por un administrador de blog.
Anónimo dijo...

MAESTRO...

Eso también está de mas. Pienso que es lógico lo que dice acerca de la "penetración del espíritu humano", pero lo importante es como lograr esa penetración de una forma adecuada, estar seguros que es verdadera, y eso sin caer en juego de la "rigidez ideológica"

"ya sabemos que tenemos que hacer, lo que no sabemos es como hacerlo"

Anónimo dijo...

Creo que eso sólo puede hacerse si la verdad y el bien coinciden sin pugna, y a la vez son encuentros de la persona sin ser fardos. Eso eliminaría, espero, la rigidez ideológica.

Creo que a esa coincidencia de verdad y bien se le puede llamar belleza. Se trata, entonces, de un encuentro existencial con la belleza. Para ser coherentes, el encuentro mismo debe ser personal.

Y ahí, me parece, es donde tendría que hablar la teología.