"Sentí que el frío me pegaba en el pecho y sólo entonces me di cuenta de que me encontraba en mangas de camisa y calzoncillos, sin reloj, sin dinero y sin zapatos. Estuve a punto de soltar un grito femenino y desmayarme. Toda la bravura de aquel día se había ido con el sueño. Sí; había regresado mi terrible enemigo: la pusilanimidad".
7.23.2008
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1 comentario:
"París bien vale una misa".
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