El oíkos, cuidadosamente alejado de la sociedad, era una reserva, un área protegida a la cual no llegaba la influencia educativa de la sociedad. Las mujeres, cuidadosamente separadas de los efectos de la ciudadanía y del poder, cultivaban en su retiro esas virtudes que resultaban amenazadoras en el ámbito público. Al dramatizar los puntos de conflicto entre el oíkos y la pólis, el artista podía encuadrar los límites de las virtudes cívicas con sus fundamentos, y al mostrar la oposición entre el oíkos y el Estado, ilustrar la necesidad de armonía entre la Realpolitik y la preocupación por los débiles, entre la factibilidad y la poesía, entre la disciplina y la libertad, lo cual fue siempre el ideal ateniense; esa armonía que encontramos tan elocuentemente descrita en La oración fúnebre de Pericles (…)
El verdadero ideal griego, la armonía entre hombre y mujer, es alcanzado. No hay necesidad de que la mujer intervenga en la sociedad, porque ésta no la ha traicionado.
Michael Shaw, "The Female Intruder: Women in Fifth-Century Drama", Classical Philology 70 (1975), 266. Cit en la tesis de Llovet, 52.
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Además, como dice el adagio:
"Vir caput est, autem femina collum est."
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