3.15.2010

Oíkos

La primera necesidad de la sociedad es ser autónoma; para obtener esta autonomía, los miembros de esa sociedad deben poner el odio por encima del amor, para repeler a sus enemigos. En el tribunal, en el mercado, en la Asamblea, el hombre es enseñado a defender a capa y espada sus intereses y a ser cauteloso en la expresión de sus emociones. El artista tiene la misión de restaurar el equilibrio, para asegurar que las necesidades del poder no conviertan en criaturas de poder a quienes lo ostentan, como Agamenón en Ajax o los atenienses en el Diálogo Mediano. Y en esta tarea esencial, se ve claramente, los artistas encuentran a las mujeres como aliadas imprescindibles.

El oíkos, cuidadosamente alejado de la sociedad, era una reserva, un área protegida a la cual no llegaba la influencia educativa de la sociedad. Las mujeres, cuidadosamente separadas de los efectos de la ciudadanía y del poder, cultivaban en su retiro esas virtudes que resultaban amenazadoras en el ámbito público. Al dramatizar los puntos de conflicto entre el oíkos y la pólis, el artista podía encuadrar los límites de las virtudes cívicas con sus fundamentos, y al mostrar la oposición entre el oíkos y el Estado, ilustrar la necesidad de armonía entre la Realpolitik y la preocupación por los débiles, entre la factibilidad y la poesía, entre la disciplina y la libertad, lo cual fue siempre el ideal ateniense; esa armonía que encontramos tan elocuentemente descrita en La oración fúnebre de Pericles (…)

El verdadero ideal griego, la armonía entre hombre y mujer, es alcanzado. No hay necesidad de que la mujer intervenga en la sociedad, porque ésta no la ha traicionado.

Michael Shaw, "The Female Intruder: Women in Fifth-Century Drama", Classical Philology 70 (1975), 266. Cit en la tesis de Llovet, 52.

1 comentario:

Meruti Mellosa dijo...

Además, como dice el adagio:
"Vir caput est, autem femina collum est."