De pronto, en la calle el griterío estalló ensordecedor... ¡La revolución había llegado hasta las ventanas de la sala de sesiones! En un instante cesaron todas las vivas discusiones de los miembros y, mudos de terror, dobladas las manos sobre le vientre, mirábanse entre sí o fijaban los ojos en la ventana, al otro lado de la cual se levantaban los puños cerrados y resonaba en el aire un confuso, persistente y atronador griterío.
A los pocos momentos, no obstante, como si de súbito los revoltosos se sintieran asustados ante su propia conducta, cesó el barullo y reinó en la calle un silencio tan profundo como en la propia sala; sólo, en medio de aquella inmensa calma que todo lo dominaba, púdose oir, salida de las últimas filas de los asientos, donde se encontraba Lebrecht Kröger, una exclamación que vino a romperla; una palabra pronunciada fríamente, con calma y a la vez con énfasis:
— La canaille!
Thomas Mann, Buddenbrooks
3 comentarios:
Viendo nuestra situación social actual, únicamente se puede decir lo que el sabio Lebrecht Kröger dijera en una situacion similar:
La canaille!
Aunque no entiendo, brindo por ello. La canaille! Y larga vida al Rey. Y a Ana Torroja. Y ya.
Etimado Juan:
La expresión "La canaille!" significa, en el español más castizo, ¡la canalla! término que, como bien sabes, se utiliza para referirse despectivamente al pueblo revolucionario e inculto. Lo curioso, y creo que esto es lo que tanto atrae de la expresión, es su carácter sumamante desdeñoso: se hace referencia a un grupo de personas (en teoría, heterogéneas) con una palabra singular, como diciendo: "no vale la pena distinguiros, queridos, sois todo lo mismo. Sois, ¡La canaille!"
También lo utilizaba Voltaire para referirse a la Iglesia.
Salud y buen vino.
Lebrecht Kröger.
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